Asesinato de “Pillín” Bracamonte: El fin de una era en la barra brava de Rosario Central

 La noche del sábado 9 de noviembre fue fatídica para la barra brava de Rosario Central. Andrés “Pillín” Bracamonte, su histórico líder, y Daniel “Rana” Atardo, su compañero de siempre, fueron acribillados a tiros a escasos metros del Gigante de Arroyito, tras la derrota de Central ante San Lorenzo. La escena fue brutal: las víctimas, que se desplazaban en una camioneta Chevrolet S10, fueron interceptadas por al menos dos personas que abrieron fuego de manera fulminante. La zona de Avellaneda e Ibarlucea se convirtió en un escenario de caos, con los disparos resonando en un barrio que apenas comenzaba a recuperar la calma tras el tumultuoso final de un partido.
El fiscal de Homicidios Dolosos, Alejandro Ferlazzo, inició de inmediato la investigación, que rápidamente dejó claro que el crimen no fue un hecho aislado. En la puerta del Hospital Centenario, donde fueron trasladados los cuerpos, se vivieron escenas de violencia, reflejo de la tensión que se respiraba en los alrededores. Ambos hombres, figuras controvertidas de la hinchada auriazul, fueron víctimas de una serie de ataques que llevaban meses cocinándose en las sombras de la interna en la barra brava.
“Pillín” Bracamonte, a sus 53 años, ya había sobrevivido a varios intentos de asesinato en el último año y medio, un periodo durante el cual se consolidó como el máximo referente de un sector de la hinchada que, bajo su mando, manejaba más que los colores del club. El poder de la barra era absoluto, no solo en el estadio, sino también en los negocios oscuros que Bracamonte había tejido a lo largo de los años. La venta de droga, extorsiones, y la connivencia con figuras políticas y policiales lo posicionaron como un hombre de peso en Rosario, pero también lo convirtieron en un objetivo.
La tensa calma que precedió a su muerte tuvo varios episodios. El 10 de agosto, en el clásico frente a Newell’s, “Pillín” sobrevivió a un atentado en el Parque Alem. Un disparo lo rozó y otro hirió a su pareja. Pero la amenaza estaba en el aire desde mucho antes. Investigadores policiales apuntaban a una guerra interna dentro de la barra, motivada por la venta de droga en el noroeste de Rosario. Y si bien la justicia avanzaba, la violencia no cesaba. El asesinato de Samuel “Gordo Samu” Medina, el 1° de octubre, hijo del entorno cercano a “Guille” Cantero, líder de Los Monos, encendió la mecha de una nueva disputa. A ese hecho le siguieron disturbios en la popular de Central, con banderas que rendían homenaje al “Gordo Samu” y slogans que sembraban aún más conflicto.

La última jugada de “Pillín” fue trágica. Unas horas antes del ataque fatal, la noticia de su juicio por violencia de género había trascendido en los medios. Su ex pareja había denunciado agresiones físicas, y el fiscal había solicitado una pena de dos años de prisión efectiva. Sin embargo, la atención se desvió rápidamente hacia la bala que, a esa misma hora, lo alcanzó en la esquina de Avellaneda e Ibarlucea. A Bracamonte lo ejecutaron a sangre fría, y junto a él, “Rana” Atardo, que había compartido cada paso de su camino, también cayó bajo la lluvia de plomo.
La secuencia del crimen quedó grabada en audios y videos que pronto circularon por redes sociales. Testigos, visiblemente impactados, relataban con temor lo sucedido: “Estábamos haciendo cuentas de plata, y vino un loco con una pistola, empezó a tirar tiros al aire, se corrió todo el mundo, y ellos quedaron adentro de la chata”. Los videos, desgarradores, mostraban la fragilidad de la vida de estos hombres que, durante años, dominaron las sombras de Rosario Central.
A lo largo de su carrera, Bracamonte había sido deportado de Sudáfrica durante el Mundial 2010, procesado por extorsiones y lavado de activos, pero siempre salía ileso de las embestidas de la justicia. Sin embargo, el destino de los caídos en la guerra por el poder de la barra parece haberlo alcanzado. Las conexiones entre barras, narcotráfico, y la política local siguen siendo un tema de debate. La muerte de “Pillín” y “Rana” es la culminación de una espiral de violencia que no promete detenerse pronto.
El futuro de la barra de Rosario Central, y de la ciudad misma, parece seguir pendiente de las respuestas que dé la justicia ante un crimen que no hace más que ampliar las grietas de un Rosario dividido por el poder y la violencia.

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