Horror en un geriátrico de zona sur: denuncian maltratos y abandono de adultas mayores
El establecimiento fue clausurado por la Municipalidad de Rosario y denunciado, pero aún así sigue funcionando. Testimonios revelaron a este medio casos de negligencia extrema, maltratos y condiciones inhumanas.

En Benito Juárez al 1100, en barrio La Guardia, un geriátrico que alguna vez fue un lugar de cuidado para adultas mayores se convirtió en el epicentro de denuncias por maltrato hacia las mujeres y abusos hacia el personal. Fuentes indicaron a RosarioInfo que las denuncias formales ya fueron realizadas ante la justicia competentes, y los familiares de algunas adultas mayores afectadas también han presentado sus quejas, aunque aún no se hecho pública la magnitud de los hechos. La Municipalidad de Rosario, por su parte, clausuró el establecimiento, pero sigue operando en un limbo judicial que impide su desalojo total, situación que complica aún más las acciones legales.
“Esa es la entrada del geriátrico que está ahora una señora. Descuidado tanto por fuera como adentro”, comentó una fuente mientras señalaba la fachada desgastada del geriátrico en zona sur. Su voz, mezcla de tristeza y bronca, dio inicio a una serie de relatos que describen un panorama desgarrador. El lugar, que cambió de administración en el mes de enero con la llegada de una mujer, pasó de ser un espacio de atención aceptable a un sitio donde, según las fuentes, la negligencia y el abandono se convirtieron en una constante.
Las fuentes a las qué accedió RosarioInfo, describieron escenas que parecen salidas de una pesadilla. “Esta es una de las habitaciones en la que las tienen a las abuelas con un ventilador”, explicó una de ellas, mostrando cómo el calor y la falta de ventilación eran solo el comienzo de los problemas. Las fotos y videos enviados a nuestra redacción como evidencia muestran camas sucias, algunas con adultas mayores orinadas hasta la almohada. “Ellos le exigen al personal que use un solo pañal, siendo que se usaban dos pañales y hasta tres, y hacían cada tres horas un cambio”, relató otra fuente. “Ella no permite esos cambios porque si no se le van los pañales”. El resultado: adultas mayores dejadas en condiciones insalubres por horas, con la humedad y el descuido como norma.
El hacinamiento también era un problema recurrente. “Había traído abuelas de otro geriátrico y no tiene lugar, o sea, no tienen las camas disponibles para todas, las hacen dormir dos en una cama de una plaza”, denunció otra fuente, acompañando sus palabras con imágenes de camas individuales ocupadas por dos personas. La falta de espacio se agravó con la llegada de 30 nuevas adultas mayores a mitad de mes, traídas por la nueva dueña desde otro establecimiento. “Cuando vinieron sus abuelos, llenos de piojo, trajeron bolsas con ropa con muchísimo olor, almohadas que tenían hongos, la verdad que un desastre”, relató otra voz, aún incrédula ante el estado en que llegaron esas adultas mayores.

El maltrato físico no se quedó atrás. “En esta foto la tenían atada, la ataron de tal forma que se le ve que tiene hinchado y se le ve la hinchazón y que lo habían atado fuerte a una de las abuelas”, explicó una fuente, mostrando marcas visibles en las muñecas de una adulta mayor. Otra mujer, de 55 años, sufría un trato aún más severo: “La agarraban del cuello, de la mano, le doblaban los dedos, todo, para que se quede quieta, la ataban, pero la ataban fuerte”. Los denunciantes indicaron que quienes protestaron por este trato fueron reprendidos o ignorados. “A más de alguna de las personas le ha dicho como que no le gusta ese trato, y ella se enoja, los trata muy mal”, añadieron.
El uso de medicamentos para “controlar” a las adultas mayores fue otra práctica recurrente. “Le daban pastillas a las personas que a ellos les estorbaban, le dan pastillas para que estén dormidas o semidormidas o tranquilas o calladas”, denunciaron. Un caso emblemático es el de una de las tantas mujeres que cantaba y caminaba con su andador días antes de ser dopada. “Cuando se la vio estaba postrada y dormida”, recordó con dolor. Las heridas físicas también eran un problema ignorado. Una adulta mayor con una escara que empeoró hasta infectarse fue otro ejemplo de negligencia. “Ella tenía más chiquita la escara, el familiar le pagaba a una enfermera para que vaya todos los días a curarla, pero no le dejaron entrar más a la enfermera para que la cure”, explicó una fuente. “Ellos dicen que se van a hacer cargo de la escara, pero es mentira, porque en la zona del cachete de la cola se le hizo otra”. Fotos muestran la gravedad de la situación, con llagas abiertas, en carne viva y sin tratar.

El personal no solo fue testigo de estas atrocidades, sino también víctima de un trato abusivo. “Quienes trabajaron ahí fueron a reclamarle por el tema del pago, que las echó así, sin pagarle y la mujer había puesto dos policías, pagó dos policías para que estén ahí”, relataron. El incidente ocurrió cuando cuatro o cinco empleadas se plantaron frente al geriátrico exigiendo sus salarios adeudados, solo para enfrentarse a la presencia policial contratada por la mujer, dueña del Geriátrico. “Nos quedamos esperando toda la mañana bajo el rayo del sol a que nos pagase lo que nos debía, pero no lo hizo”, agregó otra.
Los sueldos impagos eran una constante. Una fuente indicó que le debían $100.400, habiendo recibido solo $60.000 como transferencia. Uno de los denunciantes, mecionó que desde los primeros días de noviembre hasta la mitad del mes de diciembre, reclamó $125.000 por días trabajados, tras ser despedido sin aviso. “Me prohibían la entrada al trabajo sin motivo alguno y sin aviso de despido”, afirmó.
El ambiente laboral era opresivo. “Apenas pisó el geriátrico a los empleados, los trató de mala manera”, describió otra fuente sobre el ingreso de su nueva dueña. “Trataba muy mal, por ahí hacía señas de que ahora tenés que pasar en las camas todo el trapo, y después de esto tenés que hacer esto, todo el tiempo nos tenía de punto”.
El estrés llevó a renuncias masivas. “La mayoría renunció, porque no aguantaba el maltrato que tenía la dueña con el personal”, confesó otra, añadiendo que el esfuerzo físico también era insostenible tras la retirada de una grúa para levantar a las adultas mayores más pesadas.
Antes del cambio de administración, el geriátrico funcionaba con carencias, pero con un trato humano hacia las adultas mayores. “Antes, quien era la anterior dueña, todo bien. En el lugar, a las abuelas se los atendía bien, el trato con el personal estaba todo bien”, recordó una fuente. Sin embargo, todo cambió con la llegada de la nueva mujer. “Ellos cambiaron de dueño a mitad de enero, y ella ya empezó a tratar mal desde el primer día”.
La infraestructura también reflejaba el abandono. “El geriátrico no está en buenas condiciones edilicias, tienen garrafas, los techos se encuentran descascarados, llenos de humedad y con hongos”, denunció una fuente. “Están enganchados de la luz y deben facturas de gas”. Respecto a esto, según confirmó a este medio la Municipalidad de Rosario, a pesar de tener una clausura, el lugar sigue operando, mientras se da un proceso judicial que no permite su desalojo total.
Ante esto, familiares que tienen en el lugar a sus seres queridos, presentaron reacciones mixtas. “Los familiares, por ahí saben, vos te das cuenta que si tu mamá está media dormida o no habla tanto, te das cuenta que le dieron pastilla”, explicaron. “Ellos prefieren mirar para otro lado porque les conviene el pago, pagan muy poco, entonces prefieren eso”. Sin embargo, aquellos con mayor compromiso actuaron rápido. “Los familiares reales que se ocupan ya sacaron a sus abuelas de ahí”, afirmó.

La impotencia es un sentimiento compartido. “Es mucha impotencia ver lo que se vive ahí, mucha impotencia”, expresó una fuente al mostrar videos y fotos de las condiciones actuales. “Es muy triste porque uno conoce a todas las abuelas que están ahí”. Anteriores familias, al enterarse, también se movilizaron. Otros allegados de las adultas mayores de otros geriátricos gestionados por la nueva dueña de este geriátrico ofrecieron testificar, recordando experiencias similares con moretones, escaras y desatención en comentarios del lugar en Google Maps que, luego fueron desactivados y no aparecen más.
Entre tantos de los otros hechos ocurridos allí, los testimonios incluyen incidentes graves encubiertos por la administración. Una fuente relató cómo una adulta mayor falleció por asfixia tras tragarse su dentadura postiza, un accidente que el personal intentó disfrazar como muerte súbita.
Así como estos, hay muchos otros casos que quizás nunca salgan a la luz. A pesar de las denuncias y de la clausura dispuesta por el municipio, el geriátrico sigue funcionando sin los recursos básicos para el cuidado de las adultas mayores. Mientras tanto, hay quienes siguen llevando allí a sus seres queridos, confiando en que estarán protegidos, cuando en realidad ocurre todo lo contrario. Por el momento, el caso está bajo investigación y en manos de la Justicia, pero, como suele pasar, el proceso avanza con lentitud.