Laika, la perra callejera que fue enviada al espacio y nunca volvió
Era mestiza, vivía en las calles de Moscú y no eligió ser parte de la historia. En 1957, Laika se convirtió en el primer ser vivo en orbitar la Tierra. Su historia, envuelta en gloria científica, terminó marcada por el abandono y la muerte.

Laika no era astronauta. Era una perra mestiza, chiquita, callejera, de mirada serena. Fue encontrada en las calles frías de Moscú por científicos soviéticos que, en plena carrera espacial, necesitaban un cuerpo que pudiera resistir la travesía hacia lo desconocido. La eligieron por dócil, por tranquila. Por descartable.
El 3 de noviembre de 1957, la Unión Soviética lanzó al espacio la nave Sputnik 2 con Laika a bordo. Se convirtió en el primer ser vivo en salir de la Tierra y entrar en órbita. Un hecho que deslumbró al mundo y marcó un antes y un después en la historia de la exploración espacial. Pero Laika nunca volvió.
En aquel momento, el gobierno soviético aseguró que la perra había sobrevivido varios días en el espacio y que su muerte había sido pacífica. Décadas después, se conoció la verdad: Laika murió solo unas horas después del despegue, por sobrecalentamiento y estrés. En realidad, nunca hubo planes para traerla de regreso.

La ciencia avanzó. Se aprendió mucho. Se abrieron caminos que más tarde permitirían que los humanos viajaran al espacio. Pero la vida de Laika fue el precio silencioso de esa conquista. Ella no eligió ser heroína ni mártir. Fue una víctima de su tiempo, usada y desechada en nombre del progreso.
Con los años, el mundo empezó a mirarla con otros ojos. En 2008, Rusia le dedicó un monumento en su honor. Un gesto tardío, pero necesario. Porque Laika no fue solo una perra que voló al espacio. Fue un símbolo. De hasta dónde puede llegar la ambición humana. Y de cuánto puede doler la historia, incluso cuando la cuentan los libros de ciencia.